“El infortunio se ha enamorado de Paraguay”... o ¿somos nosotros quienes nos aferramos enfermamente al infortunio?

2019-04-11 00:00:00

Se llamaba Nilsa. Y fue víctima de la locura. Fue víctima de una sociedad enferma. Estaba en la mañana, con su uniforme de dignidad amarillo, como una flor en medio del asfalto, limpiando la basura que la gente arroja de manera irresponsable. Como una madre, que recoge las cosas que sus hijos menores, arrojan en su inmadurez, porque aún no tienen conciencia. Ella estaba allí, cumpliendo su labor diaria, para llevar el pan honesto a su casa. Un camión la mató. El descontrol atropelló el paseo central, y arrolló a Nilsa. Intentó huir, pero la propia insensatez con que mató, lo detuvo. El rodado reventó una rueda. A diario, miles de camiones que no deben circular, circulan. Y matan, no a los concejales, no al intendente, no al legislador, no a los ministros. No. Mata a la inocente. A la menos favorecida. A la más humilde. En los informes, se oculta la identidad del vehículo asesino.

El sufrido pueblo

Me tocó aguardar  el  colectivo,  dos días en la misma dirección.  Esperé en Gral. Diaz y Alberdi, con estudiantes del Colegio Presidente Franco, que no tenían prisa.  Y mucha gente.  Poquísimos ómnibus circulando por las calles maltrechas, llenas de agujeros y agua servida. La gente, resignada, esperando horas. ¿Quién controla el transporte público? Unos tipos que paran a los colectiveros en cualquier parte y le dicen al chofer:  “Ramoité ohasa fulano, tré minuto”.   Ese es el sistema de control del transporte público hoy.    ¿A quién le importa el usuario?.  Los que negocian con el transporte público tienen sus vehículos con choferes pagados por el estado.  Así como los que negocian con IPS tienen seguro privado en Sao Paulo.

Vino un 27.  No paró. Pasó de largo.  Vino otro y paró.  Y realizó su recorrido habitual por calles estrechas, sucias, bombardeadas por la miseria, entre edificios abandonados, pintarrajeados por supuestas rebeldías extrañas, víctimas de la especulación inmobiliaria y la inutilidad de todos.  Y la complicidad de muchos. Culpar a los políticos, es quitarse el dedo acusador de encima.  Todos somos responsables de esta situación.  Culpar a los políticos verbalmente es culpar al indolente. Estamos enfermamente enamorados del infortunio.

Payo

Cuando veo a Payo indignado y apelando a la violencia, recuerdo a Cristo, cuando, siendo el señor de la Paciencia y el amor puro indignado, arremetió con un arreador contra los usurpadores del templo. Nuestras instituciones, sagradas, donde la Patria asienta su soberanía, están usurpadas por mercaderes impíos, que hoy, señalan con su dedo acusador, contra una indignación que ha dado un suspiro de alivio a tantos aprisionados corazones paraguayos,  que sostienen el peso de una historia de represión, dolor, avasallamiento, que parece no acabar… “El infortunio seguirá, mientras todos no nos pongamos el sayo.

Dejemos ir al infortunio. Basta. Recuperemos nuestra dignidad.



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